lunes, 13 de mayo de 2013

Crónica. Capítulo 3: El Cairo. Sesión 5 (parte 2): El gato negro

Extracto del diario de viaje de la Dra. Elizabeth Zimmerman, de la Universidad Miskatonic.


Marsa Alam, Mar Rojo, 15 de abril de 1925



Dejamos atrás El Cairo al fin...
 
La madrugada del 14 al 15 de abril fue una locura, especialmente para Michael. Nada más llegar a su habitación ese alcohólico de Van Heuvellen estaba aún despierto. Bishop estaba aún alterado por el encuentro con el Faraón Negro así que le costó bastante conciliar el sueño. Cuando al fin el cansancio logró adormecerle una sombra moviéndose en la oscuridad le alertó, corrió a encender la luz y se encontró con una pantera a los pies de la cama del holandés. Tras despertar a Van Heuvellen le amenazó con matarle si no le daba los pergaminos a la pantera. Tras una corta discusión accedió y lo que antes era una pantera se transformó en la mujer que acechaba a arqueólogo.

No sé muy bien que impulsó a Michael a detener a esta mujer para pedirle ayuda, pero sin duda fue este momento y no otro el que nos devolvió la suerte y la esperanza. Poco pudo hacer la sacerdotisa, pero prometió hablar con su señora, la mismísima Bastet, para pedirle ayuda para los nuestros.

Michael está ahora mismo durmiendo y es posible que siga así muchas horas, por lo visto no durmió la pasada noche, se quedó vigilando a Van Heuvellen y en cuanto salió el Sol vino a despertarnos, cogimos unos taxis sin entenderle muy bien y fuimos al hospital a recoger a Rita y a Owen. En ese momento, al verles salir del hospital guiados por el perturbado Michael, me pregunté si íbamos a lograrlo; su aspecto era penoso, el detective apenas se tenía en pie, Rita parecía completamente derrotada, alicaída, aún adormilada por los calmantes y Michael estaba sobreexcitado y con claros síntomas de agotamiento, incluso murmuraba incoherencias.
 
Guiados por Van Heuvellen llegamos a un templo dedicado a Bastet, escondido en el corazón de El Cairo. Es increíble que en el centro de la ciudad, a través de estrechas callejuelas, se pueda llegar a un templo dedicado a la diosa gata que aún conserva las antiguas tradiciones...
 
Según nos acercábamos al templo el número de gatos aumentaba, tanto en la calle como en las cornisas. Al fin llegamos a la puerta del templo, muy discreta y disimulada; si hubiera pasado por allí seguramente la habría pasado por alto, pero el holandés estaba seguro. Dentro encontramos a la sacerdotisa, que tras saludarlos y mirarnos con algo de lástima inició un ritual, entonando un misterioso canto y ofreciendo una rata como sacrificio. Cientos de gatos nos observaban desde cada rincón del templo, y pude observar la rica decoración. Al cabo de unos minutos, la estatua de Bastet, la diosa con cabeza de gato, cobró vida y se dirigió directamente a la sacerdotisa, y después, a nosotros. ¡Bastet! En la Universidad me tomarían por loca. Pero Ella nos habló, nos preguntó por nuestra misión, y parecía complacida al ver que peleábamos contra el Faraón Negro, Nyarlahotep. Nos agradeció haber devuelto los papiros y curó a nuestros heridos. Además nos dijo que, en caso de necesidad, usemos el ritual del que dispone Van Heuvellen para contactar con ella y pedirle ayuda. Es reconfortante saber que no estamos solos en nuestra lucha; Bastet nos animó a continuar y nos advirtió de los peligros que nos aguardan, debíamos salir cuanto antes de Egipto pues la Hermandad del Faraón Negro es muy poderosa, Alá no es un Dios que responda a sus fieles y a ella apenas la adoran unas pocas sacerdotisas (y todos los gatos del mundo, en el fondo de sus corazoncitos salvajes).

La diosa Bast, o Bastet, rodeada por sus adoradores

La estatua volvió a quedarse quieta, pero cuando volvimos a la calle vimos que un gran grupo de cultistas nos habían seguido hasta el templo. Los gatos de la calle se abalanzaron contra ellos y varios resultaron heridos o muertos. Nosotros nos refugiamos dentro, donde la sacerdotisa nos miró, acusadora, pues nuestra falta de cuidado había puesto en peligro su lugar sagrado. Cuando los cultistas irrumpieron en el templo, ella se transformó en pantera, y otros gatos le ayudaron en la lucha. En el momento en que uno de ellos resultó muerto, otros gatos se transformaron en leones y acabaron con todo el grupo. No es sabio matar gatos en el templo de Bastet, pues no deja de ser la cara amable de Sekhmet, la furiosa leona hija de Ra.
 
Tras la pelea, en la que ni siquiera tuvimos tiempo de participar, decidimos marcharnos de Egipto lo antes posible, premiados por la Diosa y su sacerdotisa, pero... ¿Cómo iba a dejar sin visitar la Pirámide Roja? Allí podían esconderse innumerables secretos sobre cómo derrotaron al Faraón Negro por primera vez, lo único que sabemos es que un héroe humano fue ayudado por una Diosa, y que utilizaron la pirámide acodada para proteger Egipto del poder maligno del Faraón Negro. Pero Michael se negaba a pisar una pirámide, tan solo quería abandonar Egipto cuanto antes. Así pues fuimos al hotel a recoger nuestras pertenencias, pagar la estancia y abandonar el país en barco. La Pirámide Roja no dejaba de torturarme, así que tras discutir de nuevo con Michael decidimos ir a ver la Pirámide mientras él iba a ver al Dr. Kafour.

Que tremenda decepción... La Pirámide Roja no escondía nada, ni una sola pista, ni un solo indicio de aquel que enterró al Faraón Negro, nada. Sí es cierto que encontramos evidencias de que algún tipo de inscripción había sido arrancada de la propia pirámide. Tuve que irme de la pirámide visiblemente decepcionada y contrariada por la pérdida de tiempo. Por suerte Michael aguardaba con una gran sorpresa.

Al llegar al museo egipcio Michael salió a hablar con el resto de nosotros, al parecer las inscripciones de la pirámide acodada habían sido traducidas por el Doctor y el mensaje ahí escondido nos apremia a lanzarnos sobre nuestro objetivo. El próximo mes (no conocemos el día exacto) nacerá la encarnación, el avatar o el descendiente de Nyarlathotep en la Montaña del Viento Negro. Y el Fin del mundo tendrá lugar el 14 de enero de 1926. Nuestro plan es detenerlo y acabar con esta amenaza, se lo hemos prometido a Bastet y a los Hijos de los Mamelucos, lucharemos con todas nuestras fuerzas contra este ser.
 
Sin embargo no todo iban a ser atemorizadoras noticias y tras hablarnos de estos escritos Michael sacó un maletín y sonriendo me dijo susurrando “Al-Azif”. ¡No me lo podía creer! ¡El Dr. Kafour había accedido a dejárnoslo! ¡Bravo por Michael, eso iba a ser una gran ventaja para nosotros! Según nos contó más tarde el piloto, tendremos que devolverlo cuando acabemos de leerlo y protegerlo del mal con nuestras vidas.

Poco después acudimos de nuevo a ver a Kafour para hablar sobre la inscripción arrancada de la Pirámide Roja. Gracias a unas fotos pudimos deducir que se trata de algún tipo de sello de protección muy poderoso e importante. Elegimos la foto que mejor mostraba el sello y nos la quedamos. Sin duda el doctor Kafour ha sido nuestro más grande aliado en Egipto y probablemente en toda esta aventura.

Los taxis nos llevaron a Suez donde tomamos inmediatamente un barco con destino Mombasa. Podremos descansar unos días y planear cómo vamos a detener a Nyarlathotep.

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