jueves, 31 de julio de 2014

Crónica: Capítulo 6: Shanghái. Sesión 3: La Isla del Dragón Gris

 A la atención del señor Jackson-Walker,

Este será mi último informe, mis últimos días en China y en la expedición Jackson-Walker han sido una experiencia agridulce como podrá encontrar a continuación. Hemos conseguido acabar con la amenaza de estas sectas, pero sin duda a un alto precio...

6 agosto

Tras el ataque del vampiro de fuego, Bishop y Ewa Cowles acudieron al hotel donde recibíamos los mensajes de La Nueva China (Hotel Palace). Descubrieron un mensaje que indicaba que debíamos reunirnos a las 16:00 frente al Ayuntamiento del Sector Británico. Al volver, se dieron cuenta de que dos chinos les están siguiendo. Deciden tenderles una emboscada y les dejan inconscientes, pero no antes de que Ewa recibiera dos golpes que la dejan malherida, por lo que decidimos que debería acudir al hospital.

Ese mismo día, y a pesar de mis quemaduras, decidí acudir a recoger los mensajes del Capitán Taro, quien había pedido una cita con nosotros, y acordamos dejarle un mensaje para concertar una reunión a la misma hora, 16:00 en el Ayuntamiento del Sector Japonés , intentando así que sus hombres no pudieran seguir a los demás miembros de nuestra expedición a la cita con La Nueva China.

Una vez reunidos todos, decidimos que Ewa se quedaría en el hospital mientras Rivers y Anthony Cowles irían a reunirse con Taro, y Mike Bishop y Mei Ling acudieron a reunirse con Brady y su gente.

En nuestra reunión con Taro, el japonés nos informó muy enfadado que conocía el hecho que habíamos entrado en contacto con La Nueva China, pero el profesor le logró convencerle de que en realidad era una trampa y estábamos persiguiendo a Brady por las muertes en Kenya. Taro ofreció ayuda en forma de hombres para proteger a los heridos, algo que aceptamos para no levantar sospechas. Al abandonar el lugar vimos a dos hombres siguiendoles, pero decidimos ignorarlos.

Jack "Brass" Brady
En la reunión con Brady, dos chinos acompañaron a Bishop y a Mei Ling al hotel Shangai Pacific, donde se encontraron con el superviviente de la expedición Carlyle. Les contó la historia sobre la expedición Carlyle, muchas partes ya las conocíamos, pero otras sólo podíamos sospechar. Brady escapó junto con Carlyle el día anterior a la matanza en Kenya, pero Carlyle estaba en muy malas condiciones y tuvo que dejarle en Hong Kong, internado en un psiquiátrico. Después vino a esconderse a Shangai, en la que tenía amigos de su época en la marina, pero el destino quiso que un día se encontrara a Sir Aubrey Penhew en la cubierta del Ama Oscura. El arqueólogo planeaba llevar a cabo un ritual en la Isla del Dragón Gris, y para detenerlo Brady pretendía detenerlo y crear una protección mágica en la isla que impidiera que otros terminaran su trabajo. Carlyle había destruido una de estas protecciones (conocidas como “Ojo de Luz y Oscuridad”) en la Pirámide Roja, y eso había permitido al Faraón Negro entrar en contacto con los miembros de su expedición. Brady había conseguido (no nos dijo por qué medios) unos antiguos pergaminos chinos en los que se detallaban los pasos para crear una de aquellas protecciones. En aquellos momentos, un sabio de su confianza estaba traduciendo los pergaminos al chino moderno. Una vez que la traducción concluyera, Brady pretendía aprender el ritual y asaltar la isla del Dragón Gris con la Nueva China. Evidentemente, nos ofrecimos a ayudarles en esta tarea. A partir de ese día, Bishop o Mei Ling deberían acudir a una tetería del barrio y comprar pasteles de arroz. Cuando estuviera todo listo, en el envoltorio de los pasteles les daría más instrucciones.

En ese momento decidimos separarnos y reunirnos en una semana. Bishop y Mei Ling se escondieron en la ciudad mientras los Cowles y yo permanecimos en el hospital, esperando no ser atacados.

8 agosto

Todo parecía seguro, hasta la noche del 8 de agosto, me desperté al oir a un intruso en el interior de la habitación del hospital que compartía con Anthony Cowles. Cuando Cowles encendió la luz, pudimos ver que se trataba de una horrible criatura, con una mezcla de rasgos humanos, simiescos e insectoides. A pesar de su envergadura y apariencia, conseguí derribarla a base de disparos antes de que pudiera hacernos daño. Las ventanas estaban cerradas y el agente japonés junto a nuestra puerta juraba no haber visto nada. Aun hoy sigo sin saber cómo entró la criatura en nuestra habitación, pero estaba claro que la vigilancia de los agentes japoneses no sería suficiente para protegernos de los ataques de la secta. Decidimos salir del hospital, y buscar un nuevo hotel donde refugiarnos.

9 agosto
Visto lo visto, y dado que Mei Lng estaba escondida con Bishop en un lugar desconocido para nosotros, decidí contactar con la Agencia Continental para que mandaran a otro lugareño a guiarnos y a buscar un lugar donde pudiéramos quedarnos y recibir tratamiento sin llamar la atención. Estaba muy cansado de ataques nocturnos, dudo que nunca más pueda permanecer completamente tranquilo después de mis experiencias en estos meses.

12 agosto
Brady se comunicó con Bishop y Mei Ling informando de que la traducción del libro y el hechizo estaba completa, pero necesitaba varios días para estudiar el hechizo y aprenderlo. Les indica que cuatro días después debían reunirse en la cafetería del museo chino.

13 agosto
Nos volvimos a juntar los dos grupos, después de nuestra cita en el hospital. A pesar de saber que varios individuos comenzaron a perseguirnos, conseguimos esquivarlos con un taxi y dando bastantes vueltas por la ciudad. Tras lo cual nos juntamos todos en un piso franco.

16 agosto
Mei Ling y Bishop fueron a reunirse con Brady al Museo Chino, donde les dice que informó que ya había completado su estudio y podía enseñar el hechizo a otras personas, para evitar que una muerte desafortunada dé al traste con todo. Bishop consiguió aprender las extrañas palabras, pero yo fui incapaz de conseguirlo antes de que decidiéramos asaltar la isla.

19 de agosto
Mientras Bishop y yo estudiabamos el hechizo, los demás compraron materiales y buscaron un barco para llegar hasta la Isla del Dragón Gris. Finalmente encontramos uno, y esa misma noche nos reunimos con la Nueva China para planear el ataque.

La fecha del ataque será el día 22, a las 5 de la mañana, por lo que era necesario que la misma noche del 19 zarpásemos rumbo a la Isla.

22 de agosto
Ya cerca de la isla, los grupos de ataque (12 miembros de La Nueva China, Brady y nuestra expedición) nos reunimos para esperar el momento más propicio.
Todas las lanchas atacamos una pequeña playa en el anillo interior de la isla volcánica, donde desembarcamos sin problemas. El primer obstáculo fue un puesto de vigilancia, pero el vigía aparentemente no fue capaz de vernos en la oscuridad y uno de los milicianos pudo acercarse y acabar con él.

La Isla del Dragón Gris

Entonces fue cuando nos separamos. La Nueva China se dirigió a una pequeña aldea mientras nosotros decidimos atacar lo antes posible el lugar del ritual. Nos adentramos en el interior del volcán a través de una abertura con las palabras "La Mujer Abotargada" talladas sobre la entrada en ideogramas chinos. En las paredes de la gruta vimos figuras grabadas, que claramente identifiqué como unos profundos, unos constructos biológicos llamados shoggoths, y representaciones de Dagón e Hydra. Todos intuímos que eran un aviso de lo que nos esperaba en el interior del volcán.

Entramos a una gran cueva, de la que salía un constante ruido de maquinaria. La estancia estaba iluminada por un fulgor anaranjado que emitían unos hongos pegados a la pared y el techo. Sobre un pozo de lava descubrimos una forma cilíndrica, hecha con materiales nunca vistos, y rodeada de varias plataformas, en las que varios hombres están trabajando con extraños sopletes. Sin esperar demasiado, comenzamos a dispararles. 

El shoggoth
Los sectarios se lanzaron en masa contra nosotros, algunos armadso con sus sopletes y otros con las manos desnudas. Aunque sus sopletes y sus artes marciales no eran rivales para nuestras armas de fuego, fueron capaces de herir a bishop. De un estanque situado en uno de los laterales de la caverna surgieron varias criaturas vagamente humanoides cubiertas de escamas y con extremidades palmeadas como los batracios. Un par de ellos se mantuvieron alejados, protegiendo a un tercero de mayor tamaño que creo que estaba realizando alguna especie de hechizo. Aunque eran más resistentes que los sectarios, comprobamos que podíamos acabar con ellos con nuestras escopetas, si bien uno fue capaz de herir al Doctor Cowles con su tridente. Entonces vimos a nuestra perdición: un shoggoth, la criatura dibujada en la entrada de la cueva. Era un monstruo casi indescriptible, una masa formada por una multitud de bocas, ojos y tentáculos. La abominación se lanzó a por nosotros mientras Ewa, Bishop y los demás intentábamos acabar con ella. Yo conseguí apartarme al tiempo. Bishop, aparentemente inmovilizado por alguna clase de bruería, no pudo. La criatura comenzó a devorar a uno de mis más antiguos compañeros de expedición, justo mientras yo descubría a nuestro mayor enemigo en mitad de la cueva. Aubrey Penhew, el maldito loco que amenazaba con la destrucción de nuestro mundo estaba allí también disparándonos y lanzándome hechizos. Uno de sus conjuros me lanzó contra la pared y me dejó inconsciente. Los demás miembros de la expedición no tuvieron mucha mejor suerte. El profesor Cowles recibió un disparo de Aubrey que lo mató en el acto, y el arma de Mei Ling se encasquilló por lo que ella y Ewa tuvieron que retirarse. Se encontraron a Jack Brady y dos chinos, supervivientes del tiroteo que había tenido lugar en la aldea, que entraron con ellas para asaltar la cueva una vez más, mientras yo me encontraba atado por el loco de Penhew, quien se preparaba para interrogarme. Cuando oyó disparos una vez más, se volvió a intentar dispararme pero conseguí esquivarle a pesar de estar atado a la silla. 

Sir Aubrey Penhew

El shoggoth murió tras gran cantidad de disparos de metralletas, pistolas y el extraña arma que mis compañeros encontraron en Australia, sin embargo no lo hizo sin acabar con la vida de uno de los chinos y de Jack Brady en el proceso. Ewa consiguió acabar con el shoggoth y posteriormente con Aubrey con el último de los disparos de dicha arma. Habíamos ganado la batalla, pero los dos miembros de nuestro grupo que conocían el ritual habían muerto. Investigamos la cueva, en la que encontramos a varios  prisioneros chinos (que sin duda esperaban su turno para ser sacrificados), varios papeles y una horrible estatua representando a la Mujer Abotargada, de la cual colgaban decenas de brazos cercenados (ya sabíamos qué había sido de las extremidades de los cuerpos encontrados en Shanghái). Tras rescatar a los chinos (la mayoría de los cuales estaban completamente desquiciados), decidimos cortar parcialmente los andamios que soportaban el enorme cohete sobre el pozo de lava. Salimos corriendo de allí, y segundos después una explosión en el interior del volcán sacudió toda la isla. Abandonamos el lugar a toda prisa en el barco de la Nueva China (puesto que el que nos había traído aquí había sido hundido por los profundos), pero sabíamos del peligro de no realizar el ritual.

Los miembros supervivientes de La Nueva China nos convencieron para realizar en la siguiente luna llena, después de que uno de sus miembros aprendiera el ritual. Hicimos algunos planes para intentar realizar el ritual también en Australia. Nos reunimos el día previa a la luna llena en la isla del Dragón Gris, dispuestos a cerrar de una vez por todas con la posibilidad de que estos malditos sectarios invocaran a su malvado dios. Pero no pudimos prever el coste de nuestro ritual. Una vez dibujado el ojo e iniciado el cántico, pudimos sentir cómo nuestra misma esencia fluía hacia el símbolo, pero sabíamos que el hechizo fracasaría si no seguíamos adelante. Tanto Ewa Cowles como Mei Ling murieron realizando el ritual, sus espíritus consumidos para alimentar el poderoso sello. No podré perdonarme el que realizar este ritual se llevara también la vida de estas dos jóvenes.

Escribo este texto en mi viaje de vuelta a Nueva York y espero poder entregárselo en mano, para que usted comprenda que realmente hemos acabado con la amenaza que su hijo quería investigar. No quiero terminar mi informe sin recordar a mis compañeros en este largo viaje, y en remarcar las personas cuya vida es una amenaza que no pudimos eliminar, pero que sin duda buscarán otra forma para continuar con sus malvados actos.

Mis ex-compañeros:

Mathew Jackson-Walker: Su hijo y primer lider de la expedición e impulsor del proyecto quien se volvió loco en extrañas circunstancias.

Alfred O’Sullivan: Joven escritor asesinado por serpientes venenosas cuando quedó perdido en tiempos ancestrales según nos informó Rupert.

Rupert Nicholls: Mayordomo del señor Mathew, asesinado por sectarios de Gavigan cuando interrumpimos su ritual en Inglaterra.

Sargento Steven Connor: Un hombre inestable que nos abandonó y robó algo de dinero en Egipto, ignoro su paradero actual.

Padre Bondini: Sacerdote que se nos unió brevemente en Egipto, asesinado por el Faraón Negro.

Dra. Elizabeth Zimmerman: Profesora de arqueología en Miskatonic aquejada de una fuerte enfermedad en Nairobi, a quien tuvimos que dejar allí.

Andrew McCulligan: Periodista obsesionado por los actos de la secta del dios de la lengua ensangrentada, cuyo fin fue ser asesinado por uno de sus miembros en el Monte Kenya.

Janwillem Vanheuvelen: Holandes ex-miembro de la expedición Clive con problemas con Bastet que murió asesinado en el Monte Kenya.

Dr. Cole Fowley: Rico psiquiatra que nos acompañó desde Nueva York y murió en un derrumbe en el Monte Kenya.

Rita Harrington/Krueger: Actriz alemana que nos acompañó desde Londres hasta Australia, donde fue asesinada en una explosión de un almacén preparada por Mortimer Wycroft.

Dr Hershel Layton: Profesor de Yale de orígen británico, asesinado en Australia en la explosión de un almacén preparada por Mortimer Wycroft.

Caroline Fern: Psicóloga y estudiosa de lo paranormal, asesinada en una emboscada de los sectarios de Australia.

David Dodge: Ayudante en Sydney del profesor Cowles, asesinado al intentar rescatar a Caroline por Mortimer Wycroft en una emboscada de los sectarios de Australia.

Coronel Charles J. Willis: Oficial retirado del ejército americano, asesinado en Australia por John Huston con un arma alienígena.

Aremi Miki: Aborigen australiana que sirvió de guía por el desierto. Tras su ayuda decidimos prescindir de sus servicios.

Mike Bishop: Piloto inglés que nos acompañó desde Londres hasta que murió devorado por un shoggoth en la isla del dragón gris. Perdió los ojos por uno de los sectarios en África pero conseguimos realizar un pacto con Bastet para que los recuperara, aunque con forma felina.

Dr. Anthony Cowles: Estudioso australiano asesinado por Aubrey Penhew en la isla del dragón gris.

Srta. Ewa Cowles: Hija del doctor Cowles, experta en culturas polinésicas que murió realizando el riitual en la isla del dragón gris. Fue capaz de acabar con algunas de las criaturas más peligrosas que nos encontramos, un pólipo volador y un shoggoth, así como con el maldito Aubrey Penhew.

Mei Ling: Investigadora de la agencia continental que sirvió de guía en Shanghai, que murió realizando el ritual en la isla del dragón gris.

Las amenazas que no conseguimos eliminar:

El señor Omar Shakti en Egipto. Su mansión estaba demasiado vigilada, por lo que decidimos no asaltarla. En cualquier caso este hombre es un peligro para la humanidad.

El señor Ho Fong en Shanghai. Desconocemos su paradero exacto en Shanghai, pero es evidente que esta detrás de varios asesinatos en la zona y ayudó al señor Penhew.

El señor Mortimer Wycroft en Australia. Varios miembros de la secta del señor Huston salieron indemnes, por lo que me comentaron mis compañeros, y este asesino salió vivo de allí.

Aquí acaba mi informe. A partir de ahora no cuente con mis servicios para ninguna actividad semejante, yo ya tengo suficientes cicatrices como para continuar esta clase de investigaciones y debo pasar más tiempo con mi esposa.

Firmado: Owen Rivers, Detective de la Agencia Continental.

viernes, 18 de julio de 2014

Crónica: Capítulo 6: Shanghái. Sesión 2: la Nueva China


Noche del 4 al 5 de Agosto de 1925, Shanghái, China

Tras reducir a los sectarios, los investigadores atan y amordazan a los que aún están vivos y proceden a explorar el edificio. Parece que en el almacén no hay nada de interés, como tampoco lo hay en la mayoría de las oficinas. En lo que suponen que es el despacho de Ho Fong encuentran varias cartas de navegación, una de las cuales señala la localización de la Isla del Dragón Gris, además de un libro de contabilidad que registra envíos a la Naviera Randolph, la Fundación Penhew y otras direcciones bien conocidas para los investigadores, así como a otras partes del mundo.

Pero lo más interesante se encuentra en un almacén oculto bajo las escaleras. Los investigadores tienen que retirar un tramo de escalones sueltos para entrar, y allí encuentran una horrible colección de piezas de arte, muchas de las cuales no consiguen identificar. Otras representan distintas facetas de Nyarlathotep, y muchas de ellas muestran al dios primigenio Cthulhu, a sus adoradores, los profundos, y a los reyes de éstos: Dagon e Hydra. Los investigadores destruyen todas las piezas que pueden y después apilan paja de embalar en la estancia para posteriormente prenderle fuego. Antes de huir del almacén, Rivers rebana el pescuezo de sus prisioneros, para horror del doctor Cowles.

Tras iniciar el incendio, los investigadores regresan a su hotel dando un rodeo para evitar ser seguidos. Una vez allí, como aún no es demasiado tarde, Mei Ling y los Cowles deciden visitar el bar El Tigre Tambaleante. Allí se encuentran con un capataz japonés que se presenta como Isoge Taro y que finge estar borracho. Hablan con él y con el barman: un chinoescocés apodado McChum. El japonés parece tener bastante fijación con los grupos violentos nacionalistas de la ciudad, y McChum no parece muy dispuesto a hablar sobre Ho Fong. Tras invitar al capataz a un trago, los investigadores se despiden y se dirigen hacia su hotel.

Las concurridas calles del asentamiento internacional
Antes de salir del sector chino, se dan cuenta de que alguien les sigue, por lo que deciden callejear por el asentamiento internacional para perderlo u obligarle a delatarse, pero el hombre les sigue de cerca. El doctor y su hija entran en otro hotel y Mei Ling finge marcharse para después darse la vuelta y descubrir al japonés vigilando a los Cowles desde el portal de enfrente. Los tres se encaran con su perseguidor y exigen saber por qué les sigue. Tras tratar de zafarse con evasivas, Taro accede a explicarse en la cafetería del hotel.

Isoge Taro es un capitán de la Marina Imperial Japonesa y está llevando a cabo una investigación que considera de gran importancia para la seguridad de su país. Busca a Jack Brady por su conexión con una milicia de fanáticos chinos que se entrena en un almacén de la Carretera de Zhoushan. Cree que este grupo está relacionado con el desarrollo de un nuevo tipo de arma altamente peligrosa en algún lugar cercano a Shanghái, y pretende capturar a Brady o al líder de la milicia para interrogarlos al respecto. Sabe que McChum es amigo de Brady, y por eso vigilaba su bar.

Los investigadores le dicen que llevan tiempo buscando a Brady y a sus antiguos compañeros de expedición, aunque no mencionan el motivo. Acceden a colaborar con Taro intercambiando mensajes en dos direcciones postales de la ciudad.

Miércoles 5 de Agosto de 1925

Mientras los occidentales hacen una lista de todos los materiales y armas que necesitarán para asaltar la Isla del Dragón Gris, Mei Ling va a buscar almacenes en la zona indicada por Taro. Finalmente, da con uno bastante sospechoso: parece abandonado, pero cada cierto tiempo se ve entrar gente por la puerta trasera, frente a la que hay apostado un vigilante. Además, está situado junto a una ruidosa fundición, con lo cual es imposible oír lo que quiera que suceda en el interior.

Lin decide preguntar a un anciano del lugar por el propietario del almacén, y tiene la suerte de dar con un hombre bien informado al que además cae en gracia. El dueño del almacén murió hace años, pero ahora lo emplea un grupo conocido como la Nueva China, dedicado a mantener el orden en las calles de Shanghái. Su líder es Chu Min, un expolicía. Gente honrada, según el viejo. 

Mei Ling va al hotel a informar a sus compañeros y regresa al almacén con Bishop. Piden a los hombres de la puerta hablar con Chu Min, y, tras responder algunas preguntas, ser cacheados y entregar sus armas, éstos les dejan entrar en el almacén. 

Varios miembros de la Nueva China
En el interior de la nave hay varios hombres y mujeres entrenándose en artes marciales a las órdenes de un hombre vestido con indumentaria paramilitar. El hombre les mira y les pregunta secamente, en un inglés bastante aceptable, qué quieren. Le hacen varias preguntas sobre Brady a las que no responde, y mencionan el peligro que supone la secta. Min les pregunta si fueron ellos los que quemaron el almacén de Ho Fong, y su actitud se vuelve mucho más colaboradora cuando Bishop responde que sí. Él mismo desconoce la localización de Brady, pero se pondrá en contacto con él para transmitirle el mensaje de los investigadores, que quieren una reunión. Les advierte en contra de usar el bar de McChum para dejar mensajes o reunirse, puesto que es probable que esté vigilado por alguien más que los japoneses y no quiere poner al barman en peligro.

Bishop y Mei vuelven al hotel, y esa noche tienen una reunión en la habitación del piloto para compartir la información con sus compañeros y planear su siguiente paso. En mitad de la misma, la ventana de la habitación estalla y entra una llamarada que parece moverse con vida propia y que prende fuego a las cortinas y la moqueta. Mientras el resto huye de la habitación, algunos sólo para salvarse y otros en busca de un extintor, Rivers trata de hacer frente a la amenaza, pero su pistola no parece ser muy efectiva. Sí lo es el sifón que hay junto al mueble bar, pero resulta insuficiente, y el descubrimiento le cuesta al detective exponer su carne al voraz fuego viviente.

Por fortuna, mientras el detective herido sale a trompicones de la habitación, Bishop se acerca por el pasillo con un extintor que vacía sobre las llamas, sofocándolas definitivamente. A esas alturas la alarma se ha extendido por todo el hotel, y varios empleados y clientes acuden para ayudar a los investigadores a sofocar el incendio de su habitación. Los investigadores fingen gran desconcierto y piden ora habitación. Han salido bien parados de este ataque, pero sus enemigos saben dónde están, así que el hotel ya no es seguro.

martes, 15 de julio de 2014

Crónica: Capítulo 6: Shanghái. Sesión 1: El gabinete demoníaco del señor Lung

Resumen de los acontecimientos anteriores: Tras infiltrarse en el cuartel general de la Secta del Murciélago de Arena en la Ciudad de la Gran Raza y dar muerte a su líder, el Doctor Robert Huston, los supervivientes de la Expedición Jackson-Walker se dirigen a Shangái, donde esperan desbaratar definitivamente los planes de Nyarlathotep.

Personajes:
  • Owen Rivers: el detective neoyorkino es el único superviviente de la expedición original. Cubierto de heridas y cicatrices, y poseedor de unos oscuros conocimientos que le han cambiado para siempre, está decidido a detener la conspiración o morir en el intento.
  • Michael Bishop: el piloto británico ha visto maravillas y aberraciones que la psique humana no es capaz de soportar sin romperse. Atormentado por horribles sueños y visiones, sigue adelante gracias a su inquebrantable determinación.
  • Dr. Anthony Dimsdale Cowles: el antropólogo australiano al fin encontró la ciudad perdida que buscaba en el desierto australiano. Sin embargo, se dio cuenta de que ésta no era más que una pieza en un malévolo plan que amenazaba al mundo entero y que ya se había cobrado la vida de su discípulo David Dodge y de otras buenas personas. Decidió poner sus conocimientos al servicio de los hombres que trataban de detener ese plan.
  • Señorita Ewa Seaward Cowles: la hija del Doctor Cowles es una joven de armas tomar que no está dispuesta a dejar que su padre haga que lo maten en algún rincón perdido del mundo. Además, alguien tiene que pagar por la muerte de David.
  •  Mei Ling: una joven anglochina contratada por la oficina de la Agencia Continental en Shanghái para guiar a los miembros de la expedición y colaborar en su misión.
Australia, finales de Julio de 1925
Tras conseguir salir de la Ciudad de la Gran Raza, aún impactados por la pérdida del Coronel Willis, los miembros de la expedición Jackson-Walker, acompañados por el profesor Cowles y su hija, inician el trayecto de vuelta a Cuncudgerie. A pesar de los pesares, de las pérdidas sufridas y del descubrimiento de cada vez mayores horrores, un rayo de esperanza alumbra sus almas; el enemigo, o al menos sus siervos mortales, puede ser destruido, y el ocaso de la raza humana retrasado. Incluso Michael Bishop, al que los descubrimientos bajo el desierto australiano han marcado profundamente, siente que su torturada psique recuperaba algo de estabilidad.
 
Para cuando llegan hasta el convaleciente Rivers, en la mente de todos sólo queda el convencimiento de que en China esperaba un último esfuerzo, una prueba final antes de poder descansar. Incluso los Cowles, que apenas llegan a comprender lo que está en juego, se ven atrapados por el espíritu del grupo, y deciden unirse a los investigadores en el viaje que promete terminar con la amenaza de los sectarios seguidores de Nyarlathotep, al menos por un tiempo.

La única que queda atrás, cuando el vapor sale de Darwin Rumbo a Hong Kong, es Aremi Miki, la guía aborigen. En el trayecto, los veteranos ponen al día a los recién llegados, quienes constatan, no sin aprensión que el único superviviente de la expedición que partió de Nueva York, hace apenas siete meses, es el maltratado Owen Rivers. Lo que generalmente sería un viaje tranquilo y relajado se convierte en un remolino de actividad, mientras recaban toda la información acumulada sobre la actuación de la amenaza global que pueda ayudarles en China. Apenas un puñado de detalles: una caja de cerillas obsequio de un cuchitril llamado “El Tigre Tambaleante”, con dirección en Shanghái (Calle de los Farolillos, 10); una foto en la que puede verse un buque, de cuyo nombre sólo pueden adivinarse las primeras letras, rodeado de juncos; y los numerosos albaranes de envío localizados en los almacenes utilizados por las sectas a lo largo y ancho del globo terráqueo, todos con una misma dirección, también en Shanghái: Almacenes Ho Fong.

Pese a que saben que un mercenario conocido como “Nails” Nelson se encontró con Brady en un bar de Hong Kong, nunca llegaron a entrevistarse con el soldado de fortuna, e ignoran de qué bar se trataba. Por lo tanto, deciden continuar su camino y tomar el primer barco a Shanghái.

Shanghái, martes 4 de Agosto de 1925

El ajetreado puerto de Shanghái

A su llegada a Shanghái, a primera hora de la mañana, los investigadores son recibidos por Mei Ling, una empleada de la oficina local de la Agencia Continental. Rápidamente se dirigen a un hotel en el sector europeo de la ciudad, desde el que dirigirán todos sus esfuerzos; en el camino Michael Bishop se detiene a comprar un periódico local, buscando noticias que puedan ayudarles a dar con sus enemigos. Con un sexto sentido agudizado por todos los incidentes ya superados, rápidamente localiza dos trasuntos inusuales, que pueden guardar relación con la conspiración sectaria. 

Uno es un anuncio de un astrólogo local, el Señor Lung, que advierte de una alineación estelar propicia y de información sobre el futuro de los que decidan acudir a su tienda. El otro, una noticia sobre la aparición de un cuerpo mutilado, sin brazos, en el muelle del barrio chino.

Mei Ling
Con esa nueva información, el grupo decide seguir primero el rastro fresco, antes de investigar pistas que pueden llevar meses enterradas. Así, Rivers y Bishop acuden a la tienda del Señor Lung, mientras que Ewa Cowles, su padre y la intérprete china acuden a las autoridades locales en busca de información sobre los cuerpos, y de paso sobre el misterioso buque fotografiado por el difunto Jackson Elias.

Por su parte, las mujeres de la expedición y el Profesor Cowles consiguen, no sin antes pagar un rescate digno del príncipe de un pequeño reino, información sobre los asesinatos, así como sobre el buque. Los asesinatos parecen ser los últimos de una larga cadena de sucesos, que suponen la muerte de uno o dos ciudadanos chinos por mes en un espacio bastante considerable de tiempo. Todos los muertos aparecen mutilados, con los brazos cortados y sin rastro alguno de las extremidades; como en otras situaciones parecidas, las víctimas eran todas personas sin recursos, cuya desaparición no dejaba atrás familiares ni amigos que pudieran hacer preguntas. 

Por lo que respecta al barco, en la autoridad portuaria los encantos de las dos damas, y una nueva transferencia de dinero contante y sonante, consiguen despejar la incógnita. En los registros aparece un buque, el AMA OSCURA, que hace constantes viajes de corta duración desde el puerto de Shanghái. Con bandera británica, el dueño resulta ser un tal Alfred Penhurst, y está capitaneado por un francés, Jules Savoyard. Esa misma mañana había llegado a Shanghái, por lo que el pequeño grupo sale de la autoridad portuaria convencido de que es necesario actuar cuanto antes.

A media ciudad de distancia, Rivers y Bishop localizan la tienda del Señor Lung, encajonada entre edificios de aspecto de lo más corriente. Una vez dentro, descubren un espacio que resulta vagamente desconcertante, con una disposición que no obedece a ninguna regla aparente y numerosos tapices y pergaminos adornando las paredes. El Señor Lung, un chino menudo e inquieto, les saluda e invita a tomar asiento, aunque su nerviosismo es patente, y no hace sino aumentar cuando Bishop mueve una de las sillas del establecimiento, deshaciendo el desorden anterior, y junto con el detective Rivers comienza a hacer preguntas relacionadas con los asuntos que les han llevado hasta China. Pronto resulta obvio que el Señor Lung no tiene conocimiento de nada relevante, pero su nerviosismo va en aumento y comienza a hacer extrañas peticiones a los dos investigadores: primero les insta a observar un pergamino que muestra un tigre en toda su magnificencia; al negarse a mirarlo, el Señor Lung intenta hacerles entrega de una espada compuesta de una ristra de monedas antiguas atadas con un fino alambre; ante su persistente negativa, les enseña un amuleto de cobre y les intenta sobornar con un fajo de billetes de extraña manufactura. Cuando eso tampoco surte resultado, se quita una de las sandalias y la introduce en un brasero, aunque Rivers evita que el zapato se chamusque.

Entre tanto, todos escuchan a un gato callejero maullar en la ventana y rascar la puerta de la tienducha con insistencia, tratando de entrar. Los débiles intentos iniciales aumentan de intensidad paulatinamente, hasta que Bishop decide dejar entrar al animal, que tras bufar un par de veces, aparentemente asustado por los pergaminos de los tigres y los numerosos amuletos que cuelgan del techo, se acerca al señor Lung. El astrólogo apenas parece  reparar en él, toda su atención fijada en los investigadores, pero antes de que nadie pueda reaccionar, el gato sufre una transformación que deja a Bishop y Rivers paralizados, y al Señor Lung aterrorizado; donde antes había un pequeño gato siamés, ahora se encuentra una criatura mitad hombre mitad tigre. El señor Lung grita aterrorizado y exhorta a los occidentales a coger el dinero y la espada. Esquivando hábilmente las garras del demonio, el adivino recupera la zapatilla y la vuelve a meter en el brasero. Rivers dispara a la criatura sin ningún efecto aparente. Bishop, por su parte, pese a que no confía demasiado en el excéntrico señor Lung, está atado por su juramento de no dañar a los felinos, de modo que le ofrece a la criatura los extraños billetes del astrólogo. El siguiente zarpazo de la criatura es mucho más certero que los anteriores, y está a punto de arrancarle la cabeza al señor Lung, quien muere en el acto; entre tanto, la zapatilla arde y emite un acre humo, que parece envolver a la abominación, la cual busca una salida en la apretada habitación y acaba saltando por una ventana que da a un pequeño patio, y se pierde entre las apretadas casas del barrio chino antes de que puedan perseguirla. Antes de salir de la tienda del desdichado Señor Lung, Bishop recoge alguno de los billetes, marcados como pertenecientes al Banco Demoniaco, y le roba la zapatilla que le queda al pobre desgraciado. 

De vuelta en el hotel, y puesta en común la información obtenida, Ewa Cowles y Mei Ling deciden acercarse a los muelles y localizar el Ama Oscura, mientras los hombres de la expedición, más que familiares para los sectarios, permanecen escondidos. Una vez en los muelles, las dos mujeres no tardan en conseguir la localización del buque, aunque el marinero al que preguntan les avisa de la mala fama de la nave y de su tripulación, de mala reputación y que frecuentan un local de mala muerte cercano a los puertos. Al acercarse al barco, resulta patente el por qué de la mala fama de los tripulantes del barco; al menos físicamente, resultan repugnantes, con piel brillante y facciones desencajadas, como si se hubieran derretido al sol. Su comportamiento no es mejor, y las mujeres deciden alejarse antes de ser descubiertas.

Con la noche cayendo sobre la ciudad, los investigadores optan por buscar un punto desde el que poder espiar el barco y, con suerte, abordarlo durante la noche. Rápidamente localizan una casa con vistas a la nave, que alquilan por unas horas, que Bishop y Rivers utilizan en espiar a los tripulantes del Ama Oscura con sus prismáticos. La urgencia se hace patente cuando el capitán, de carácter y facciones similares a las de los tripulantes, aunque con aire europeo, hace aparición y ladra unas órdenes a sus subordinados, que comienzan los preparativos para la marcha. Sin un minuto que perder, el grupo sale en busca de un barco que les permita perseguir al Ama Oscura, y localizan uno justo a tiempo para iniciar la persecución. 

El Ama Oscura
Pronto resulta obvio, sin embargo, que el barco utilizado por la secta está impulsado por algún mecanismo ignoto, que le permite moverse más rápido de lo que un navío de su clase debería, y comienza a ganar terreno. Antes de que salga definitivamente del rango de su arma, el intrépido Bishop trata de acabar con el piloto de la nave, aunque su disparo no consigue su objetivo, y se tiene que conformar con matar a otro miembro de la tripulación. 

Derrotados, los aventureros tratan de convencer al capitán del barco que han alquilado para que les lleve hasta la Isla del Dragón Gris, pero se muestra reacio a acercarse a un lugar de tan mal agüero, cerca del cual han desaparecido numerosos barcos. Sí accede, sin embargo, a señalar la localización de la isla en un mapa, y les descubre que pueden encontrarla a apenas 450 kilómetros al Sureste de Shanghái. 

De vuelta al puerto, y dispuestos a no darse por vencidos, en un alarde vengativo se dirigen hacia el almacén de Ho Fong, para tratar de sacar algo de provecho a su primer día en China. No tardan en encontrar el edificio, de dos plantas, y con pocas ventanas, aparentemente vacío. Sin embargo, Rivers no tarda en descubrir que de unas claraboyas en el techo surge una débil luz, señal inequívoca de que alguien se encuentra en el interior. El propio Rivers es el encargado de abrir una puerta lateral, y el grupo se infiltra, sin demasiado cuidado, en el interior del edificio. Encuentran a los guardias, seis chinos de mal aspecto, entretenidos en una partida  de Mahjong, y rápidamente la situación degenera en un combate a vida o muerte, en el que las armas de fuego de los investigadores, y el despliegue de habilidades cuerpo a cuerpo de la joven Ewa Cowles, supera con facilidad a los guardianes del almacén, pese a que éstos demuestran su dominio de las artes marciales con un par de patadas voladoras más espectaculares que efectivas. El combate termina con el oportuno, aunque débil, puñetazo del Profesor Cowles, que derriba al último guardia que permanece en pie, y deja expedito el camino al grupo para investigar el infame almacén sin ser molestados.



Crónica: Capítulo 5: Australia: Sesión 5: La ciudad bajo la arena



Extracto del cuaderno de viaje de Michael Bishop

Nunca me ha gustado dejar atrás los cadáveres de mis compañeros muertos, conozco demasiadas tumbas vacías de compañeros caídos en la Gran Guerra. Sin embargo entre perder más compañeros o intentar recuperar unos cadáveres la elección era obvia. Descansad en paz Dodge y Carolyn.

Me hubiese gustado quedarme allí, investigar la zona mientras espero a que mis compañeros dejen a Rivers en el hospital, pero no era la mejor de las ideas, últimamente me muevo más por la sed de acabar con esto que por la razón. Así pues emprendimos la vuelta a Port Hedland con el moribundo Owen en la parte de atrás de uno de los camiones. Sin embargo estábamos siendo vigilados, estoy completamente seguro de que esas columnas de humo son un complicado sistema de advertencias sobre nuestra posición, pues pocas horas después de ver algunas un extraño fuego nos rodeó y si no llega a ser por unas arriesgadas maniobras no habríamos conseguido salir vivos de ahí, sin embargo perdimos uno de los camiones y los suministros que ahí teníamos, tuvimos que racionar la comida y el agua hasta que llegamos a Cundudgerie sin más percances.

Una vez allí tuvimos un pequeño percance dialéctico con un par de personajes en una gasolinera que resultaron ser conocidos de Dodge. Tras dejar a Rivers en el hospital de Port Hedland volvimos a Cundudgerie a buscar a la pareja de entrometidos, el Dr. Cowles y su hija, Ewa. Al parecer ambos buscaban la misma ciudad que nosotros y culpaban a Dodge de haber robado el mapa que nos dejó para llegar a las ruinas. Algo dentro de mí no quería ir a esa ciudad perdida, pero las ansias de acabar con estas sectas eran superiores. Tras comprar el equipo necesario partimos hacia la ciudad perdida no sin antes extremar las precauciones, no me siento seguro, y empeora según nos acercamos a la ciudad. Por la noche extrañas pesadillas me asaltan, sueños sobre lugares en los que nunca he estado, lugares que no han sido levantados por el hombre.

Por suerte esta vez solo sufrimos un ataque fortuito de una pequeña serpiente antes de llegar al campamento de Grogan. Allí se me ocurrió otear el terreno desde lo alto de una colina mientras mis compañeros esperaban, pero tras incontables horas vagando por la colina no conseguí ver nada salvo el lugar de la emboscada, que seguía igual excepto que ya no estaban los cadáveres…

Decidimos dar un rodeo para llegar al lugar donde debería estar la ciudad, a un par de horas de sus supuestas coordenadas conseguí ver con los prismáticos la localización de la entrada, entonces sentí algo que nunca había sentido. No sé cuánto tiempo pasó, pero sé que había estado allí, en esa ciudad, el lugar de mis pesadillas era el lugar al que ahora íbamos, una ciudad que no era humana sino de la Gran Raza, que fue arrasada por su peor enemigo, los pólipos voladores. Cuando volví en mi todos me miraban extrañados mientras yo respiraba fuertemente, les conté algo, les dije que efectivamente allí estaba la ciudad, pero no quise profundizar mucho más. Detectamos varios enemigos en la entrada y nos enfrentamos a ellos como un equipo, disparamos sobre ellos y fueron cayendo uno a uno, sin embargo tuvimos algunos problemas y me vi obligado a usar mis… ¿poderes? Desde luego no son un don, puedo sentir como rompo la mente de esa gente hasta que no son más que seres sin voluntad dispuestos a obedecerme.

Tras doblegar a los guardias nos internamos en la ciudad. Nadie estaba preparado para ver aquel lugar. Iluminado por pequeñas líneas de bombillas la arquitectura de aquel lugar era monstruosa, salas más allá de lo humanamente comprensible, pero solo yo era capaz de apreciarlo en su grandeza.

Para evitar a los sectarios que sin duda transitarían la zona iluminada por el tendido eléctrico, nos adentramos por las laberínticas calles oscuras de la ciudad, a través de las cuales tuve que guiar a mis compañeros, ya que era el único capaz de ver en aquella oscuridad casi absoluta, sirviéndome de los dones que me concediera mi señora Bastet.

Durante las horas que vagamos en la oscuridad  por lo que antes había sido la ciudad de la Gran Raza, sufrí continuas alucinaciones ¿flashbacks? La idea de que yo ya había estado allí era cada vez más intensa, menos irreal.

En un momento dado nos topamos con una enorme trampilla abierta que cortaba el paso. Aterrado, reconocí la arquitectura que nos rodeaba: ésta no era una construcción de los yithianos, sino una de las terribles torres de basalto sin ventanas de los pólipos volantes. Sabía muy bien los horrores que acechaban allá abajo, así que había que cerrarla cuanto antes. Tras un par de intentos fallidos, logramos cerrarla con gran esfuerzo, y asegurar sus cerraduras justo cuando una brisa antinatural empezaba a filtrarse entre los resquicios.

En vista de la inmensidad de la ciudad y de los peligros que acechaban en sus zonas inexploradas, decidí volver al tendido. Caminamos kilómetros, pasando de largo varios generadores y cruzando dos enormes plazas  cuyas cúpulas emitían un brillo de origen desconocido (¡y el suelo de una de ellas resultó ser la piel de un horror descomunal que dormía bajo la ciudad!).

La extraña arma alienígena

Finalmente, conseguimos encontrar a un hombre aislado, un técnico encargado del mantenimiento de las bombillas, volví a doblegar su mente, nos indicó donde estaba el Dr. Huston, le quité una extraña arma y tras tratar de apagar la luz desactivando uno de los generadores eléctricos sin éxito.
El doctor Robert Huston
Nos internamos en una casa construida por el hombre en medio de la enorme ciudad. Ahí debía de estar Huston. La planta baja parecía completamente vacía. Sabíamos, por lo que había dicho el técnico, que en la primera era donde retenían a sus prisioneros, y no queríamos que alertaran a Huston con sus gritos. Por tanto, dado que las escaleras eran exteriores, decidimos subir directamente hasta la segunda planta. Tratamos de abrir la puerta, pero estaba cerrada, y un hombre empezó a entonar un cántico al otro lado. Entramos disparando, pero Huston respondió disparando un poderoso rayo con un arma similar a la que conseguí anteriormente contra el coronel, haciéndole estallar en pedazos e incluso controló mi cuerpo antes de que Cowles le disparase en el pecho dejándole inconsciente. Registramos sus pertenencias donde encontramos un cronómetro náutico y las notas del desquiciado psiquiatra, y liberamos un buen puñado de prisioneros de la primera planta. Dejé que mis compañeros se adelantasen y ejecuté a ese bastardo. No me enorgullece matar a hombres indefensos, pero el mundo es un lugar mejor y más seguro sin ese tarado.

Antes de salir de la ciudad de la Gran Raza un enorme ser se cruzó en nuestro camino, entonces miles de imágenes vinieron a mi cabeza, esos seres destruyeron una raza miles de veces superior a la humana, ¿qué podíamos hacer nosotros contra esos seres? Mis piernas me fallaron, caí de rodillas inerte, sin poder hacer nada, por suerte Ewa empuñaba el lanzador de rayos con el que Huston diera muerte al coronel, y de un poderoso disparo acabó con el pólipo.
El pólipo volante

Conseguimos huir, Huston está muerto, su secta rota… Es hora de recuperarse e ir a Shanghái a acabar de una vez por toda con los líderes del complot: los supervivientes de la expedición Carlyle.