sábado, 22 de diciembre de 2012

Navidad, nuevas y no tan nuevas

En estas fechas tan señaladas quería dirigirme a vosotros, aunque sea por variar un poco, que últimamente no escribo más que crónicas.

La verdad es que en los últimos meses han llegado a mis oídos pocas noticias relacionadas con Cthulhu.

Edge está terminando la traducción de un suplemento de aventuras para El Rastro de Cthulhu titulado Más allá del tiempo, uno de cuyos autores es Jason Mornignstar, el creador del genial Fiasco (juegazo), y han reeditado Las Mansiones de la Locura (no juegazo).

Hablando del tema, Fantasy Flight prepara una nueva expansión grande para Las Mansiones: Call of the Wild, de temática "forestal" (druidas, retoños oscuros... mucha Shub-Niggurath). La verdad es que, aunque el juego no me emocione, pinta bien. Por lo demás, parecen mucho más centrados en sus nuevas franquicias, sobre todo en Star Wars, del que acaban de sacar el juego de cartas y el Begginer Game del Edge of the Empire (el primero de los juegos de rol que van a hacer, que se centra en los granujas de los límites de la galaxia y que pude probar en los Edge Days, como ya dije).

En cuanto a Chaosium, su Kickstarter para la redición de Horror en el Orient Express fue todo un éxito: recaudaron más de 200.000 dólares y tenían un objetivo de 20.000, por lo que harán montones de extras, desde miniaturas de los vagones y los pasajeros hasta tazas de café oficiales.

Y ya que miento los malditos Kickstarters, Dennis Detwiller (uno de los creadores de Delta Green) todavía no ha terminado su campaña de las Tierras del Sueño que supuestamente iba a enviar en septiembre a los que apoquinamos, aunque es verdad que los borradores que ha ido mandando (y la semana pasada envió uno) tienen buena pinta, pero ya hace meses que tenía que estar terminado. Del nuevo juego de Delta Green, por cierto, tampoco he vuelto a saber nada.

Cublicle 7, los creadores de Shadows over Scotland sacan ahora en Navidad un nuevo suplemento de Cthulhu Britannica dedicado al folklore de la isla y su relación con los Mitos.

Y poco más, como hay un montón de editoriales pequeñas por el mundo sacando material con licencia de La Llamada de Cthulhu (como por ejemplo, 3.14 Games aquí en España, que acaba de traducir un libro de ambientación de la Unión Soviética) seguro que me dejo mucho, pero esto es lo que hay en cuanto a noticias por mi parte (algunas frescas, otras, lo reconozco, ya huelen bastante).

Me voy de vacaciones y de todas formas no creo que vaya a tener mucho que contar las próximas dos semanas, así que Feliz Navidad y nos vemos el año que viene.

Ho, ho, ho.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Feliz solsticio

No tengo tiempo para currarme una entrada ahora mismo, pero no quiero desperdiciar la oportunidad de felicitaros el solsticio con un vídeo clásico. Mañana escribo una entrada navideña en condiciones. Palabra.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Crónica. Capítulo 2: Londres. Sesión 4: Masacre en el Soho (segunda parte)

Jueves 12 de marzo de 1925

Los investigadores son despertados por la llamada del inspector Barrington, que se ha enterado de las muertes de los sectarios de la noche anterior y quiere que los investigadores vuelvan a Scotland Yard para darle explicaciones. Ellos repiten su versión de la noche anterior y consiguen persuadirle de que la colaboración entre la Fundación Jackson-Walker y Scotland Yard puede ser de gran ayuda para encontrar a los asesinos, por lo que el inspector revela por fin la información de que dispone sobre los asesinatos egipcios, a saber:
  • Elias le dijo que los asesinatos seguían el ritual de la Hermandad del Faraón Negro, una secta criminal del Egipto antiguo. Barrington se entrevistó posteriormente con Edward Gavigan, de la Fundación Penhew, para corroborar el relato pero éste negó que la secta tuviera continuidad en nuestros días o que el método utilizado para asesinar imitara los del antiguo ritual, sugiriendo de paso que Elias era un escritor sensacionalista que sólo quería obtener notoriedad.
  • Uno de los lugares favoritos de Londres para encontrar ambiente egipcio es el club La Pirámide Azul, en el Soho. La mayoría de las víctimas lo habían frecuentado pero tras vigilarlo ampliamente, la policía no pudo encontrar ninguna relación.
  • Antes de morir, una de las víctimas parece que gritó “¡Hotep!”, una antigua palabra egipcia que quiere decir “descanso” o “paz”, según Edward Gavigan. 
  • Se interrogó a un vendedor de especias llamadoTewfik al Sayed que había hecho de guía para una expedición a Egipto de la Fundación Penhew, y que también negó la existencia actual de la Hermandad del Faraón Negro. Se le siguió durante una temporada, también sin resultados.
También les dice que el dueño de la Pirámide Azul es un tal Abdul Nawisha, y que sospecha, por la descripción, que el hombre al que vieron allí podría ser Tewfik, cuya dirección facilita a los investigadores a solicitud de éstos.

Al salir por enésima vez de la comisaría, los investigadores deciden dividirse. Connor va al registro de propiedad a buscar todas las propiedades de Edward Gavigan, y descubre que, además de su piso en Mayfair, posee un edificio de viviendas de clase baja en un barrio industrial del sur de Londres y parte de unas minas de carbón en Gales. El detective Rivers visita la hemeroteca, y allí encuentra artículos sobre el nombramiento de Gavigan como director en 1920, que cuentan cómo logró gracias a su inteligencia y a la obtención de becasm labrarse un futuro y hacer fortuna, pese a su origen humilde. Rita telefonea a un contacto suyo en la embajada, al que pide armas para ella y sus compañeros; éste le dice que puede conseguirle sin problemas varias armas cortas y, tal vez, un rifle de caza. El doctor Foley va al Bank of America a comunicarse con su sucursal de Nueva York para que le permitan sacar más dinero; le dicen que el proceso tardará unos días. La Doctora Zimmerman visita el Museo Británico, en parte por placer y curiosidad profesional, y en parte para consultar sus archivos en busca de alguna conexión entre las pirámides de Dashur y el Faraón Negro, pero no encuentra nada sobre eso.

Más tarde, se reúnen todos de nuevo en el Hotel Victoria y el detective y la doctora deciden visitar la tienda de Tewfik. Por desgracia, la tienda cierra a las 17:00, y ellos llegan media hora más tarde. No parece haber nadie en el interior y, aprovechando que tampoco hay nadie por la calle, Rivers saca su juego de ganzúas y abre la cerradura. Sin embargo, tan sólo un par de segundos después de cruzar el umbral, siente un gran dolor que le atenaza el pecho y el terror le invade. Estando el detective claramente indispuesto y la doctora alarmada, deciden retirarse al hotel e informar a sus compañeros. Mientras el doctor atiende al detective, sus compañeros deciden armarse y hacer otra visita al comerciante de especias, esta vez con intenciones violentas.

De vuelta en la tienda, se encuentran con la puerta otra vez cerrada. Afortunadamente, la doctora consigue abrirla con sus escasos conocimientos de cerrajería. Rupert cruza el umbral y esta vez no ocurre nada. Revisan la tienda, pero allí no parece haber nada de interés. Lo que sí hay es unas escaleras que suben hasta una puerta cerrada, tras la cual se oyen las voces de varios hombres. Mientras sus compañeros hacen ruido para atraer a los ocupantes de la primera planta, rita sale a vigilar la puerta, y ve cómo dos hombres se bajan de uno de los coches que han estado siguiéndolos estos días y corren hacia la puerta. Vuelve antrar dentro, seguida por los dos hombres y se inicia una reyerta en la tienda a la que no tardan en unirse otros dos matones salidos de la planta superior. Sin embargo, la pelea no dura mucho, pues pronto las armas de fuego vuelven a dejar patente su superioridad frente a los bastones de la secta.

Rupert oye a alguien correr hacia la parte superior y sube a toda prisa, a tiempo para ver a un hombre saliendo por una de las ventanas traseras. Le pega un grito a Connors y éste da la vuelta a la casa para perseguir al sujeto por la calle, mientras él le dispara con su escopeta por la ventana. El hombre, a quien Connors reconoce como Tewfik, se gira y lanza un sortilegio que castiga la ya maltrecha mente del mercenario, causándole un ataque de pánico que le impide parar de gritar. Por fortuna, el mayordomo logra abatir al hechicero con su segundo disparo desde la ventana, impactándole en pleno pecho.

Mientras tanto, sus compañeras registran el piso superior, encontrando tan sólo dos cosas de interés: un escritorio de persiana cerrado que Rita no consigue forzar y un espejo de decoración extraña y sutilmente asimétrica.

Rupert registra el cadáver de Tewfik, pero no parece llevar nada de interés. Mientras tanto, su compañero sigue gritando descontroladamente y empiezan a oirse sirenas a lo lejos, por lo que intenta noquearlo primero con la culata de la escopeta y luego con los puños, esta vez con éxito.

Mientras el mayordomo lleva a rastras al soldado hasta el coche, sus compañeras oyen también las sirenas. Rita vuelve a intentar, sin éxito, abrir el escritorio. A la doctora, por su parte, le habría gustado poder llevarse el espejo, pero, ante la imposibilidad de hacerlo, decide tirarlo al suelo, haciéndolo añicos. De sus restos salen chispas y un extraño humo que impregna la habitación de un olor parecido al del azufre. La arqueóloga prefiere no mirar atrás mientras huye del lugar.

En su huida, los investigadores arrojan la escopeta y la Luger al Támesis, y Rita y Rupert deciden visitar la Pirámide Azul mientras la doctora lleva a Connor al hotel. Al aparcar frente al hotel, intenta sedarlo con una jeringuilla del botiquín del propio soldado, pero no acierta en la vena y sólo consigue que grite más fuerte. Un botones se acerca al coche y la doctora le pide que avise al doctor, que rápidamente se hace cargo de la situación y administra al paciente una buena dosis de morfina.
Abdul Nawisha

En la Pirámide Azul, Rita pregunta por el dueño mientras Rupert intenta interrogar a las bailarinas. El dueño, Abdul Nawisha, se muestra algo maleducado y cínico, diciendo que lo que ocurre fuera de su local no le incumbe, y que tiene mucho trabajo como para preocuparse por asuntos que no le conciernen. Rita insiste, y Nawisha llama a uno de sus porteros para que la escolte hasta la salida. Por su parte, las bailarinas parecen asustadas ante las preguntas de Rupert y se niegan a decir nada, por lo que finalmente el mayordomo decide marcharse también.

Cuando se dispone a pedir un taxi, se da cuenta de que alguien le ha seguido hasta fuera del local. Se gira alarmado, pero en lugar de sectarios con bastones se encuentra con una hermosa joven que reconoce como una de las bailarinas del local. La muchacha se presenta como Yalesha y dice que le oyó hablar con las otras bailarinas y que tiene información importante para él. Como nunca se sabe quién puede estar escuchando, Rupert le dice que le acompañe hasta su hotel. Allí, la joven le cuenta que su novio murió a manos de la secta y quiere vengarle, y que aproximadamente una vez al mes, un camión aparca cerca del club y a él suben hasta dos docenas de clientes encabezados por Tewfik. Esos viajes siempre coinciden con desapariciones de gente que no vuelve a ser vista más.
Yalesha

Tras despedir a la joven, Rupert decide revolver la habitación y montar una escena diciendo que les han vuelto a llevar y que se han llevado la Luger (que la policía había tenido ocasión de ver y examinar). Se dirigen a comisaría a poner una denuncia y se topan con un furioso y suspicaz Barrington, que exige que se presenten al día siguiente todos los miembros de sexo masculino de la expedición para una rueda de reconocimiento, puesto que los vecinos afirman haber visto a dos hombres. Preocupados por lo que podrá suceder en la rueda de reconocimiento, los investigadores se van a dormir.


jueves, 13 de diciembre de 2012

Edge Days 2012, crónica tardía

La verdad es que no he escrito nada antes porque vi o hice pocas cosas relacionadas con Cthulhu, pero allí estuve.

Participé en los torneos de El Señor de los Anillos y Bang! y en ambos fui apalizado (y eso que ESDLA es cooperativo, pero menuda aventura más infernal la del torneo), probé el Gears of War y la beta del Star Wars: Edge of the Empire, y eché una partida al divertidísmo ¡Viva el Rey!. También intenté probar el Zombiecide, pero fue imposible.

Lo mejor de todo, la beta del Star Wars, un sistema sencillo, rápido y molón, y una partida de introducción breve pero intensa y satisfactoria. Vale, tiene dados raros, pero precisamente gracias al uso que hace de ellos consigue ser inovador pero a la vez rápido y sencillo.

Como digo, hubo poco Cthulhu, pero algo hubo:

  1. Por fin pude probar el Cthulhu Dados, y puedo deciros que era más o menos tan malo como esperaba. Es como un juego de beber, pero sin beber. Vamos, que con chupitos podría tener algo de gracia y todo.
  2. Me llevé una caja de Fantásticas Píldoras No Euclidianas R'lyeh.
  3. Me reencontré con varios antiguos compañeros de fatigas de cuando jugaba al CCG, y posteriormente LCG, de Cthulhu: Ángel, Jose, Juan Carlos y Dani. Unos grandes.
  4. Me compré un montonazo de miniaturas de Arkham Horror para mi campaña. Se me fue un poco la olla, la verdad, pero es que las tenían todas, y no pude resistirme.
    Una tontá, pero me hizo gracia





















Un análisis muy resumido:
  • Torneo de ESDLA: mierda. La aventura era imposible, y un suizo no tiene sentido en un juego cooperativo: si los mejores juegan con los mejores y los peores con los peores, el desequilibrio aumenta en vez de reducirse.
  • Torneo de Bang!: regular. Las reglas de torneo hicieron que el renegado decidiera matar al sheriff (yo) antes de tiempo porque así podía puntuar aunque hiciera ganar a los forajidos (que, por cierto, estaban todos muertos).
  • Gears of War: mola, no me lo compraría, porque es carísimo, pero mola.
  • Zombiecide: imposible probarlo, porque todo el mundo quería hacerlo y la lista estaba llena (aunque luego, por lo que he oído, tampoco se respetaban los turnos). De todas formas, lo probé el otro día y mola.
  • Star Wars: Edge of the Empire: la beta lo peta. Tiene muy buena pinta.
  • Cthulhu Dados: entretenido, pero malo; un tiradados sin más.
  • ¡Viva el Rey!: mola, aunque ya lo tenía más que probado.
Un tironcillo de orejas a la organización, porque las listas de espera para jugar funcionaban regular, o más bien, funcionaban  o no dependiendo del encargado de cada mesa. Pese a eso, la verdad es que lo pasé muy bien los dos días.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Crónica. Capítulo 2: Londres. Sesión 3: Masacre en el Soho

Una nueva investigadora entra en escena: Rita Harrington (o Schröder, su apellido de soltera), una actriz alemana recientemente enviudada. Su marido James, Capitán de la RAF, fue una de las últimas víctimas de los llamados "asesinatos egipcios". Fue a celebrar la despedida de soltero de un compañero de armas a un club egipcio llamado La Pirámide Azul y, a diferencia del resto de pilotos, nunca volvió a casa con vida; su cadáver apareció al día siguiente flotando en el Támesis.

Decidida a llegar hasta el fondo del asunto y vengar la muerte de su esposo, acude a comisaría para entrevistarse con el inspector Barrington, pero éste se niega a dar detalles sobre su investigación, aunque sí le da el teléfono de otro grupo de investigadores interesados en el caso. La actriz telefonea al hotel Victoria preguntando por Owen Rivers, y éste le dice que ese mismo día tienen que personarse en comisaría con unos abogados a los que todavía no han contratado, pero que pueden cenar todos juntos esa noche en el restaurante del hotel.


El inspector James Barrington, de Scotland Yard
Con algo de ayuda de la operadora telefónica, los investigadores consiguen un abogado para Rivers y Rupert y otro para la Dra. Zimmerman y se personan en Scotland Yard. El detective y el mayordomo salen bien parados, pese a que la policía ha encontrado el coche que habían alquilado, cuyo robo habían fingido y cuya matrícula había facilitado a la policía, misteriosamente, el guardia de seguridad de la Fundación Penhew. No hay huellas ni ninguna prueba que les incrimine, así que pueden salir del trance con unas cuantas palabras bien escogidas. La Dra. Zimmerman, por su parte, no lo tiene tan fácil, aunque el juez le ofrece la posibilidad de pagar una multa de 200 libras para evitar el juicio. Es mucho dinero, pero la multa podría llegar a ser mayor si perdiese el juicio, y no se descarta la deportación, y hasta la cárcel.

Pasado el mal trago del juzgado, los investigadores deciden ir al motel a recoger el botín obtenido en la Fundación y guardarlo a buen recaudo en una caja fuerte a nombre del Dr.  Foley.

Por la noche, se reunen con la Sra. Harrington en su hotel y cenan con ella mientras le explican a grandes rasgos sus investigaciones y los problemas que han encontrado hasta ahora, omitiendo por el momento las referencias a lo sobrenatural y a sus propios actos delictivos, así como sus sospechas sobre Gavigan.

Al regresar a sus habitaciones, descubren que alguien ha entrado en la Steven (o Allan, como ahora cree llamarse la mayor parte del tiempo) Connor, lo ha revuelto todo, y se ha llevado todo su dinero y la pistola del desequilibrado mercenario, además de la llave de la caja fuerte. Alarmados, deciden montar guardia ante el banco, por si el ladrón intenta irrumpir por la noche o sencillamente entrar por la puerta a la mañana siguiente. Nada de esto pasa, y en cuanto el banco abre, notifican el robo y el contenido de la caja es trasladado a otra, previa denuncia a la policía.

Durante el nuevo día, los investigadores buscan nuevos recortes de prensa que puedan arrojar luz sobre los asesinatos egipcios, e incluso indagan en la embajada egipcia, donde consiguen una lista con los nombres y direcciones de las víctimas egipcias. Todas las pistas parecen señalar en la misma dirección: La Pirámide Azul.

Rupert y Rita deciden ir a una tienda del Soho hablar con una pobre anciana egipcia cuyo hijo desapareció y cuyo marido apareció asesinado, pero ésta tiene demasiado miedo para hablar, y no logran persuadirla de que les ayude. Se reúnen con sus compañeros al caer la tarde frente a La Pirámide Azul, pero deciden que, mientras sus compañeros entran en el club, ellos dos intentarán atrapar a uno de los norteafricanos que llevan días siguiéndoles, por lo que vuelven a separarse.

El doctor, Rivers, Connors y la doctora entran en el local, que ofrece música en directo, bellezas exóticas bailando la danza del vientre y cocina egipcia. Acaba de abrir, así que no hay mucha gente. Los investigadores piden algo de beber y esperan a ver si ocurre algo fuera de lo común. Al rato, ven cómo uno de los hombres que les han seguido hasta el local habla con un individuo sentado en otra de las mesas y les señala. Éste les mira sin disimulo. Deciden marcharse.

El extraño de La Pirámide Azul
Mientras tanto, Rupert y Rita conducen con un coche siguiéndoles de cerca, hasta que decide parar, salir del coche, y tenderle una emboscada al conductor en un callejón poco iluminado para apresarlo e interrogarlo. La cosa no sale como esperaban, y, tras un intercambio de golpes bastante torpe, acaban dando muerte accidentalmente a su perseguidor. Registran su vehículo, encontrando un mapa de carretera con anotaciones que apuntan a un lugar de Essex y un bastón con una púa que parece encajar con las heridas padecidas por las víctimas de los asesinatos egipcios. Después, deciden gritar y armar escándalo para que los vecinos llamen a la policía y fingen que han sido atacados, siendo llevados a la comisaría y soltados al rato.

Scotland Yard, el lugar más frecuentado por los investigadores de la Fundación Jackson-Walker


Mientras tanto, sus compañeros descubren que dos hombres les están siguiendo desde que salieron del local. Otros dos les salen al paso por callejones laterales. Todos ellos van armados con bastones y corren hacia ellos con intenciones inequívocas cuando Rivers les da el alto. Por fortuna para los investigadores, Rivers y Connors pueden dar cuenta de los felones con sus pistolas antes de que ninguno de ellos sufra daño y, cuando viene la policía, fingen que es Rivers el único que ha disparado, usando ambas armas a un tiempo. Al igual que sus compañeros, hacen una visita a la comisaría y, como a éstos, los dejan en libertad.