viernes, 18 de julio de 2014

Crónica: Capítulo 6: Shanghái. Sesión 2: la Nueva China


Noche del 4 al 5 de Agosto de 1925, Shanghái, China

Tras reducir a los sectarios, los investigadores atan y amordazan a los que aún están vivos y proceden a explorar el edificio. Parece que en el almacén no hay nada de interés, como tampoco lo hay en la mayoría de las oficinas. En lo que suponen que es el despacho de Ho Fong encuentran varias cartas de navegación, una de las cuales señala la localización de la Isla del Dragón Gris, además de un libro de contabilidad que registra envíos a la Naviera Randolph, la Fundación Penhew y otras direcciones bien conocidas para los investigadores, así como a otras partes del mundo.

Pero lo más interesante se encuentra en un almacén oculto bajo las escaleras. Los investigadores tienen que retirar un tramo de escalones sueltos para entrar, y allí encuentran una horrible colección de piezas de arte, muchas de las cuales no consiguen identificar. Otras representan distintas facetas de Nyarlathotep, y muchas de ellas muestran al dios primigenio Cthulhu, a sus adoradores, los profundos, y a los reyes de éstos: Dagon e Hydra. Los investigadores destruyen todas las piezas que pueden y después apilan paja de embalar en la estancia para posteriormente prenderle fuego. Antes de huir del almacén, Rivers rebana el pescuezo de sus prisioneros, para horror del doctor Cowles.

Tras iniciar el incendio, los investigadores regresan a su hotel dando un rodeo para evitar ser seguidos. Una vez allí, como aún no es demasiado tarde, Mei Ling y los Cowles deciden visitar el bar El Tigre Tambaleante. Allí se encuentran con un capataz japonés que se presenta como Isoge Taro y que finge estar borracho. Hablan con él y con el barman: un chinoescocés apodado McChum. El japonés parece tener bastante fijación con los grupos violentos nacionalistas de la ciudad, y McChum no parece muy dispuesto a hablar sobre Ho Fong. Tras invitar al capataz a un trago, los investigadores se despiden y se dirigen hacia su hotel.

Las concurridas calles del asentamiento internacional
Antes de salir del sector chino, se dan cuenta de que alguien les sigue, por lo que deciden callejear por el asentamiento internacional para perderlo u obligarle a delatarse, pero el hombre les sigue de cerca. El doctor y su hija entran en otro hotel y Mei Ling finge marcharse para después darse la vuelta y descubrir al japonés vigilando a los Cowles desde el portal de enfrente. Los tres se encaran con su perseguidor y exigen saber por qué les sigue. Tras tratar de zafarse con evasivas, Taro accede a explicarse en la cafetería del hotel.

Isoge Taro es un capitán de la Marina Imperial Japonesa y está llevando a cabo una investigación que considera de gran importancia para la seguridad de su país. Busca a Jack Brady por su conexión con una milicia de fanáticos chinos que se entrena en un almacén de la Carretera de Zhoushan. Cree que este grupo está relacionado con el desarrollo de un nuevo tipo de arma altamente peligrosa en algún lugar cercano a Shanghái, y pretende capturar a Brady o al líder de la milicia para interrogarlos al respecto. Sabe que McChum es amigo de Brady, y por eso vigilaba su bar.

Los investigadores le dicen que llevan tiempo buscando a Brady y a sus antiguos compañeros de expedición, aunque no mencionan el motivo. Acceden a colaborar con Taro intercambiando mensajes en dos direcciones postales de la ciudad.

Miércoles 5 de Agosto de 1925

Mientras los occidentales hacen una lista de todos los materiales y armas que necesitarán para asaltar la Isla del Dragón Gris, Mei Ling va a buscar almacenes en la zona indicada por Taro. Finalmente, da con uno bastante sospechoso: parece abandonado, pero cada cierto tiempo se ve entrar gente por la puerta trasera, frente a la que hay apostado un vigilante. Además, está situado junto a una ruidosa fundición, con lo cual es imposible oír lo que quiera que suceda en el interior.

Lin decide preguntar a un anciano del lugar por el propietario del almacén, y tiene la suerte de dar con un hombre bien informado al que además cae en gracia. El dueño del almacén murió hace años, pero ahora lo emplea un grupo conocido como la Nueva China, dedicado a mantener el orden en las calles de Shanghái. Su líder es Chu Min, un expolicía. Gente honrada, según el viejo. 

Mei Ling va al hotel a informar a sus compañeros y regresa al almacén con Bishop. Piden a los hombres de la puerta hablar con Chu Min, y, tras responder algunas preguntas, ser cacheados y entregar sus armas, éstos les dejan entrar en el almacén. 

Varios miembros de la Nueva China
En el interior de la nave hay varios hombres y mujeres entrenándose en artes marciales a las órdenes de un hombre vestido con indumentaria paramilitar. El hombre les mira y les pregunta secamente, en un inglés bastante aceptable, qué quieren. Le hacen varias preguntas sobre Brady a las que no responde, y mencionan el peligro que supone la secta. Min les pregunta si fueron ellos los que quemaron el almacén de Ho Fong, y su actitud se vuelve mucho más colaboradora cuando Bishop responde que sí. Él mismo desconoce la localización de Brady, pero se pondrá en contacto con él para transmitirle el mensaje de los investigadores, que quieren una reunión. Les advierte en contra de usar el bar de McChum para dejar mensajes o reunirse, puesto que es probable que esté vigilado por alguien más que los japoneses y no quiere poner al barman en peligro.

Bishop y Mei vuelven al hotel, y esa noche tienen una reunión en la habitación del piloto para compartir la información con sus compañeros y planear su siguiente paso. En mitad de la misma, la ventana de la habitación estalla y entra una llamarada que parece moverse con vida propia y que prende fuego a las cortinas y la moqueta. Mientras el resto huye de la habitación, algunos sólo para salvarse y otros en busca de un extintor, Rivers trata de hacer frente a la amenaza, pero su pistola no parece ser muy efectiva. Sí lo es el sifón que hay junto al mueble bar, pero resulta insuficiente, y el descubrimiento le cuesta al detective exponer su carne al voraz fuego viviente.

Por fortuna, mientras el detective herido sale a trompicones de la habitación, Bishop se acerca por el pasillo con un extintor que vacía sobre las llamas, sofocándolas definitivamente. A esas alturas la alarma se ha extendido por todo el hotel, y varios empleados y clientes acuden para ayudar a los investigadores a sofocar el incendio de su habitación. Los investigadores fingen gran desconcierto y piden ora habitación. Han salido bien parados de este ataque, pero sus enemigos saben dónde están, así que el hotel ya no es seguro.

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