Dr. Fowley.
Londres, 20 de Marzo de 1925. Notas sobre el paciente Rupert Nicholls.
Londres, 20 de Marzo de 1925. Notas sobre el paciente Rupert Nicholls.
El paciente junta las manos y continúa hablando. “…La humedad me
estaba matando, sabía que iba a morir, estaba convencido de que era cuestión de
tiempo que esas serpientes me encontrasen, pero se lo iba a poner difícil, no
me iba a rendir. El hombro izquierdo me ardía, una de las lanzas de los ofidios
me había hecho un profundo corte al lado de uno de los mordiscos que antes
había recibido. Traté de limpiarme la herida, pero estaba llena de astillas y
no logré sacarlas, incluso alguna terminó de partirse, creo que me desmayé del
dolor.
No sé cuantas horas pasaron, pero
cuando desperté mi herida olía a carne muerta y seguía tirado entre unos
matorrales, lleno de barro, ya había amanecido y no parecía que ese fuese a ser
mi mejor día, iba a morir.”
Parece distante, rememorando o imaginando, no parece tener claro si ha
sido un sueño o una vivencia, se toca el hombro distraído y mira la cicatriz de
su mano. “Tenía que salir de ahí, volver al círculo de Yig, tratar de volver
a Londres. Anduve somnoliento y febril durante casi una hora, apenas podía
pensar y andaba de manera automática… No podía volver, acabarían encontrándome,
necesitaba comida, agua… Cambié de rumbo y fui hacia unas montañas distantes y
tras unas horas andando seguían igual de distantes, no sé cuantas veces caí al
suelo, cuantas bayas recogí para comerme y acabé tirando por miedo a morir.
Entonces me encontraron. Esta vez eran humanos, pero no entendía su idioma,
arrojé el palo que usé para matar al hombre serpiente y caí de rodillas con los
brazos abiertos mostrando sumisión, aunque hubiese querido no me podría
haber defendido, eran al menos 3 hombres a caballo bien pertrechados y armados.
Desconfiaban de mí, yo iba vestido con los ropajes del hombre serpiente que
maté, pero al verme tan mal herido me ataron las manos y me llevaron a su
ciudad.” El señor Nicholls parece más
calmado en este punto, aún se toca el hombro de vez en cuando y carraspea. “No
les gustaba, a los aldeanos, digo. Me llevaron a su fortaleza, los niños y las
mujeres me gritaban y di gracias a Dios porque nadie tratase de agredirme,
apenas tenía fuerzas para respirar, mucho menos para defenderme.”
El paciente sonríe de manera dolorosa, apesumbrado. “Me llevaron de
un sitio a otro, me quitaron mis cosas, hablaban a mi alrededor, discutían…
Hasta que un viejo sacerdote me llevó a su templo y allí me cuidaron… No sé cuánto
tiempo fue exactamente, 15, quizás 20 días, los primeros días eran confusos,
pero me encontraba físicamente perfecto, sus curas y cuidados resultaron
extremadamente efectivos, sus ungüentos aliviaban mi cuerpo y lo sanaban mucho
más rápido de lo normal; cuando estuve mejor quise comunicarme, contarle al
sacerdote y su novicio lo que me había ocurrido, mi encuentro con los hombres
serpiente… Pero no me entendía.” En este
momento Rupert levanta la vista y me mira fijamente, con los ojos llorosos.
“Ese hombre… Me enseñó su idioma, el aquilonio , me dio de comer, me curó… ¿Por
qué tanta bondad? Yo era un bárbaro para ellos, podrían haberme dejado morir y
sin embargo me trataron como a uno de los suyos.
Tras un par de semanas logré
explicarme, contarle a Valannus mi origen, pedirle ayuda. Me sentí mal, lo
reconozco, estaba abusando de esta gente, pero quería volver. Se fue a
meditarlo, eran poderes antiguos los que me habían traído y mayores poderes me
tendrían que devolver a mi lugar. Al día siguiente me planteó tres opciones. Ir
al gran templo de Yig, hacerme pasar por un hombre serpiente y tratar de
obligar a uno de sus sacerdotes a que me devolviese; ir a Nemedia y estudiar
durante años el modo de volver; o marchar al norte, en busca del gran mago
Tangrak y pedirle ayuda a él. Tuve que pensarlo mucho, todas tenían un enorme
riesgo, pero al final me decanté por el mago. Erastus, el hombre que me encontró,
se ofreció a llevarme hasta dicho mago, pero primero quise aprender esas
técnicas de curación que el sacerdote aplicó sobre mí, un hechizo que hace que
el cuerpo trabaje al máximo para curarte, tardé 3 días, pero ahora sé cómo
hacerlo” En cierto modo debo creer al
paciente, sin embargo… ¿Qué parte es un delirio? ¿Qué parte es real? He visto
cosas… extrañas, sí, pero este viaje a otro mundo está más allá de toda
comprensión humana…
“El viaje no fue excesivamente
duro, encontramos gente amable incluso una vez abandonamos el reino de
Aquilonia y tan sólo vivimos dos momentos tensos, cuando una manada de enormes
renos se pusieron en actitud defensiva cuando entramos en sus zonas de cría y
cuando un poco más al norte nos encontramos con un horrible ser, un Gnoph-Keh al
que logramos esquivar y dejar atrás. La ascensión a la torre del mago, situada
en lo alto de una montaña fue dura, e incluso sufrí un violento golpe en un
resbalón, pero conseguí llegar arriba, dónde pedí a Erastus que se fuese y me
dejase a solas con el mago.
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Un terrible Gnoph-Keh |
No he estado en un lugar que
desafíe más a la mente que aquella torre, el interior era muchísimo más grande
de lo que un primer vistazo a la torre podría decirte, mucho más alta y mucho
más amenazante, la voz del mago conversó conmigo, preguntándome de dónde venía,
porqué merecía su ayuda… Le hablé de mi misión, del señor Matthew, de las
bestias de Nyarlathotep, de la secta del Dios de la Lengua Ensangrentada… Nos
enfrentamos al mal… A un mal mucho más antiguo que el demonio y mucho más
oscuro y funesto, un mal que no conoce rival. Tangrak accedió a llevarme de
vuelta, a contactar con 'Umr at-Tawil, el Abridor del Camino, y pedirle que me
devolviese a mi tiempo, a cambio me pidió la máscara que Matthew se puso. Tuve
que aceptar.” Nicholls permanece
cabizbajo unos segundos, respirando hondo. “No estoy orgulloso, sí, he
vuelto… Pero maté a un hombre inocente, un doctor escocés, para que mi
acompañante pudiese tomar su forma… y… y…” El
paciente niega fuertemente, agarrando su cráneo con fuerza. “Lo devoró, sé
que lo devoró… Enterré un hacha entre sus omóplatos tuve que golpearle dos
veces, y dejé su cadáver a los pies de Tangrak, me di la vuelta, anduve unos
minutos, pero en el fondo de mi corazón sé que lo devoró, sé cómo funciona ese hechizo,
Valannus me lo contó, lo usan esos malditos hombres serpiente.
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El malvado hechicero Tangrak decide ayudar a Rupert, pero no desinteresadamente |
Sé que he vuelto, estoy en Inglaterra,
1925, pero no sé si podré perdonármelo alguna vez.”
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